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EL PODER DE LA ORACIÓN

Oí hablar de una iglesia cuyo órgano electrónico se paró en mitad de un himno durante el culto de un domingo por la mañana. La organista no estaba segura de lo que debía hacer. Afortunadamente el pastor tenía la situación bajo control, y pidió a la congregación que fueran leyendo las Escrituras, intentando guiarles en la oración también. Mientras leía la porción de las Escritu-ras, un acomodador se acercó a la organista y le entregó una nota que decía: la electricidad volverá después de la oración.

¡El poder sigue a la oración! Las Escrituras dejan bien claro que Dios está deseando llenarnos con su Espíritu Santo. Todo lo que tenemos que hacer es orar. Jesús enseñó a sus discípulos que el padre celestial daría libremente el Espíritu Santo a todo el que lo pidiera (ver Lucas 11:13). Pero Jesús no se contentó con hablar del Espíritu Santo sólo en una ocasión. Una y otra vez a lo largo de los evangelios, Jesús creó expectativas entre sus discípulos sobre la promesa del Espíritu Santo. Él sería un consolador, un guía y un maestro que les recordaría todo lo que Jesús les había dicho (ver Juan 14-16).

Mucha gente que habla o escribe sobre el Espíritu Santo transmite un mensaje opresivo del esfuerzo humano por conseguir estar llenos del Espíritu. Su mensaje, sea intencionado o no, resalta que “tenemos que depender”, “tenemos que ser llenos”, “tenemos que ser sensibles”. Este enfoque me hace interiorizar en lugar de exteriorizar las maravillas del Espíritu Santo.

Creo al cien por cien que Dios espera una respuesta clara del ser humano, aunque el proceso no debería ser opresivo ni pesado. Leí un libro sobre el Espíritu Santo que me hizo sentir como si el Espíritu Santo fuera a alejarse inmediatamente si le “ofendía” de cualquier manera, incluso de la manera más ligera. Después de leer el libro, me sentí temeroso de cometer el más pequeño error, pensando que el Espíritu Santo era caprichoso y se apagaba con facilidad. Una vez más, sentía que todo dependía de mí.

Ahora creo que es al contrario. Según yo entiendo las Escrituras, el Espíritu Santo está ansioso, deseoso y entusiasmado de obrar en nosotros y uir en nosotros, incluso aunque seamos seres humanos frágiles y débiles.

¡Pedid y se os dará! No conozco una forma más e caz y mejor de ser llenos que sencillamente pidiendo que el Espíritu Santo nos llene. El poder viene después de la oración. No conozco ni un solo caso en la Biblia en el que Dios no haya derramado su Espíritu sobre aquellos que lo han pedido sinceramente.

Dios concedió a Elías su petición cuando este le pidió una doble porción del Espíritu (2 Reyes 2:9). Dios respondió a la petición de Salomón cuando este pidió a gritos la sabiduría del Espíritu para conducir a la nación de Israel (ver 1 Reyes 3:7-9). Jesús dijo claramente que nuestro amoroso Padre celestial daría libremente el Espíritu Santo a sus hijos (ver Lucas 11:13). Jesús repitió una y otra vez en los evangelios que el Padre deseaba re- sponder a nuestras oraciones (ver Juan 14:13-14; 15:17; 16:23-24). Lo bueno es que el Espíritu desea controlar nuestras vidas – y esto es especialmente así en lo que se re ere a promover los grupos celulares. Mientras te preparas para formar tu propio grupo celular, pídele que te llene y te controle. Y Él lo hará.

Algunas personas preparan largas listas de pros y contras que deben realizarse antes de que Dios envíe su Espíritu Santo. Aunque algunas de estas sugerencias son obligatorias (como confesar el pecado y comprometerse a obedecer; ver Hechos 5:32), las listas largas a menudo ofrecen la falsa apariencia de un Dios un tanto reticente que juega al escondite con su pueblo.

Estoy escribiendo este libro para los miembros y líderes de grupos que aspiran a ministrar en el contexto del grupo celular, y por lo tanto asumo que desean la santidad y la conformidad con la verdad de las Escrituras. Pero pienso que nunca somos “su cientemente buenos” para recibir el Espíritu Santo. Como dice un antiguo dicho inglés “No hay nadie que no peque”. Tú fallas, igual que yo. Con esa cada pecado conocido y desea fervientemente obedecer. Pero no te pares aquí. Pídele valientemente que te llene, y Él lo hará. El Espíritu sabe que sin Él te quedarás sin combustible. El liderazgo de tu grupo celular, de hecho, depende del control del Espíritu y de su dirección en tu vida. Ora para que Él te llene y te controle. Y lo hará.

Extracto del Libro: «El Grupo Celular lleno del Espíritu Santo» de Joel Comiskey